"Todo va mal, pero ya vienen a salvarnos"
Manolo Saco había aparcado por motivos de salud su Saco Sin Fondo, uno de mis blogs favoritos, pero hace ya unos días que volvió. Y como el de hoy me gusta especialmente, aprovecho para hacerle publicidad vil y miserable.
(...) Y de paso, [Antonio Cañizares, cardenal primado] nos trajo el recado obsesivo del jefe del Estado vaticano de que “no podemos someternos a una mentalidad inspirada en el laicismo, ideología que lleva gradualmente (...) a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado”.
“Relegando la fe a la esfera de lo privado”. Más claro, el agua. Y lo dice este discípulo de Pedro , en la festividad del Corpus Christi, rodeado del presidente socialista de la Comunidad Autónoma, del alcalde de la ciudad, del delegado del Gobierno, con las calles cubiertas y perfumadas de romero y tomillo que habrían de pisar luego con sus recias botas los miembros del Ejército español en desfile disciplinado, como una prueba de respeto y pleitesía al cuerpo de Cristo que conmemoraba. Como se ve, una Iglesia perseguida.
Y casi simultáneamente a esa escena ignominiosa en que los representantes de las altas instituciones del estado se veían obligados a soportar en Toledo la falta de tacto y de la más elemental cortesía por parte del cardenal primado, en otro escenario el Cardenal Antonio María Rouco Varela, ex presidente de la Conferencia Episcopal Española, lanzaba un anatema contra los sacerdotes de la parroquia roja de Madrid que “ofenden a dios”.
Él sabe que no se ofende a quien no existe. Pero a él sólo le preocupa su industria, y se defiende aunque sea a costa de ofender, a ellos sí, a todo un colectivo que lleva hasta sus últimas consecuencias el espíritu evangélico de ayuda al prójimo y la lucha en favor de los desfavorecidos y marginados de la sociedad. Os recuerdo que habla de esos curas que ofenden a dios, por lo visto, por oficiar la misa en pantalones vaqueros, y dar cobijo a sus fieles indigentes, y esperanzadoras hostias de dulces rosquillas, y de anteponer la búsqueda del paraíso en la Tierra a las vagas promesas de una vida mejor tras la muerte. (...)
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