jueves, 3 de agosto de 2006

Educando a Bella

Pongo unos fragmentos de la novela ¡Pobres criaturas! de Alasdair Gray (aquí se pueden leer algunas obras cortas), uno de mis escritores favoritos. Es parte de las notas que toma en su diario Bella Baxter, que tiene una mente de 13 años y está siendo "educada" por otro personaje bastante cínico, ambos ingleses de finales del siglo XIX (hay una referencia temporal más exacta en medio del texto).

(reciclado de un mensaje que envié a Actualidad hace mes y pico)

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EL DESEMPLEO

Cuando terminó la guerra con Napoleón, dejó a tanta gente hambrienta y sin empleo que un comité del parlamento se reunió para discutir el asunto...: el gobierno temía una revolución. El dueño de una fábrica, un socialista llamado Robert Owen, sugirió que toda firma o negocio cuyas ganancias excedieran el cinco por ciento pagara un dinero extra para mejorar la alimentación, el vestido, el alojamiento y la educacón de sus obreros en lugar de emplearlo en bajar los precios para hundir a sus competidores. De cualquier modo, los malthusianos demostraron que, cuanto mejor se alimenta a los pobres, tanto más procrean éstos. La pobreza, el hambre y la enfermedad pueden conducir a algunos a robar hogazas de pan y a soñar revoluciones, pero hace menos probables esas revoluciones pues debilita el cuerpo de los más desesperadamente pobres y mantiene bajo su número debido a la mortandad infantil. No tiembles, Bell. Lo que necesitaba -¡y obtuvo!- Inglaterra, eran cuarteles militares junto a cada ciudad industrial, enormes cárceles nuevas; también casas de caridad, donde los niños eran separados de sus padres y los esposos de las esposas..., sitios tan deliberadamente lúgubres que la gente con algo de autoestima prefería gastarse sus últimos céntimos en ginebra barata y morir a la intemperie en los canales antes que entrar en ellas. Así hemos organizado la nación industrial más rica del mundo, y funciona muy bien.

LA LIBERTAD

Estoy seguro de que la palabra libertad no existía antes de que se inventara la esclavitud. (...) En 1811, el Parlamento condenó como crimen tal comercio.

-¡Qué bien! -dije yo-. Y ahora también los americanos lo han abolido.

-Sí. Sólo beneficiaba a los granjeros del sur. Para la industria moderna resulta más barato contratar la mano de obra por días o semanas... Cuando los obreros no son necesarios, son libres de acudir a nuevos amos para mendigarles algún trabajo. Cuando muchos hombres libres mendigan trabajo, los amos son libres de reducir los salarios.

LIBRE COMERCIO

Sí, nuestro parlamento ha definido la libertad como la capacidad de comprar tan barato como sea posible y vender tan caro como sea posible, en cualquier parte y con la ayuda de nuestro ejército y nuestra armada. (...)

¿Sabías que ocho de cada diez irlandeses vivían de las patatas? Eran campesinos cuyas pobres tierras producían poco más que eso, y todo el dinero obtenido por otros medios servía para pagar las rentas a los terratenientes. Estos terratenientes descendían de los invasores y conquistadores ingleses, así que poseían las tierras ricas, donde sembraban maíz. Hace treinta y cinco años, una súbita enfermedad afectó a las patatas, y los campesinos empezaron a morirse de hambre. Ahora bien, en tiempos de hambrunas la gente que posee grandes reservas de comida las saca del territorio, pues la gente hambrienta es demasiado pobre para pagarla a buen precio. El Parlamento inglés debatió una proposición para cerrar los puertos de Irlanda hasta que todo el grano irlandés hubiese sido consumido enteramente por los mismos irlandeses. La proposición fue rechazada porque interfería con el libre comercio. En lugar de eso enviamos soldados para asegurar que el grano llegara a los barcos. Casi un millón de personas murió de hambre. Un millón y medio abandonó el país. Los que llegaron a Gran Bretaña trabajaron por salarios tan bajos que las industrias lograron abaratar los salarios de los obreros ingleses y se enriquecieron más que nunca. (...)

LOS MEJORADORES DEL MUNDO

Sí, ya veo que a pesar de mis enseñanzas te adherirás al tipo más moderno de los optimistas a medio cocer, Bell, a esos que quieren abolir la riqueza y la pobreza repartiendo igualitariamente los bienes del mundo.

-¡Pero si no es más que sentido común! -exclamé.

-Hay cuatro sectas que están de acuerdo contigo, pero tienen planes diferentes para lograrlo.

Los SOCIALISTAS quieren que los pobres lo elijan como miembros del Parlamento, donde planean gravar el excedente de los ricos y hacer leyes que garanticen el trabajo productivo para todos en buenas condiciones, además de buenos alimentos, casa, educación y atención médica.

-¡Una idea espléndida! -dije yo.

-Sí. Hermosa. Los otros mejoradores del mundo señalan que el Parlamento es una alianza de monarcas, señores, obispos, abogados, comerciantes, banqueros, corredores de Bolsa, industriales, militares, terratenientes y funcionarios, que se reúnen para proteger sus riquezas Y SÓLO PARA PROTEGER SUS RIQUEZAS. Los socialistas que entren en el Parlamento serán arrasados por éstos, o sobornados, o comprometidos hasta la nulidad. Yo estoy de acuerdo con esta predicción.

Así pues, los COMUNISTAS están formando un partido con gente de todas las clases sociales que estén dispuestas a esperar y trabajar pacientemente hasta el día en que su gobierno se meta en serios problemas financieros. Entonces lo derrocarán y tomarán el poder... por un corto periodo de tiempo. Cuando hayan gobernado el país hasta que todos tengan lo que necesitan y sean capaces de mantenerlo, los comunistas dicen que se disolverán, porque ni el suyo ni ningún otro gobierno será necesario.

-¡Hurra! -grité.

-Sí, hurra. Los otros mejoradores del mundo dicen que los grupos que toman el poder violentamente siempre se perpetúan en él con más violencia y se convierten en una nueva tiranía. Yo estoy de acuerdo.

Los ANARQUISTAS VIOLENTOS o TERRORISTAS odian tanto a los que quieren tomar el poder como a los que lo tienen. Como todas las clases dependen de los que trabajan en el campo, las minas, las fábricas y los transportes, dicen, esos obreros deberían quedarse con lo que producen, olvidarse del dinero e intercambiar cosas por parte del trueque, y deberían emplear explosivos para ahuyentar a los que no quieren unírseles y, sin embargo, quieren gobernarlos.

-¡Eso es lo que deberían hacer! -grité.

-Yo estoy de acuerdo. Y también lo estoy con los que dicen que el ejército y la policía son mejores terroristas que nadie. Además, son las clases medias las que guardan las llaves de los depósitos de alimentos y combustibles, sin importar quién los produzca.

Así que tu única esperanza está entre los PACIFISTAS o ANARQUISTAS PACÍFICOS. Ellos dicen que solo podemos mejorar el mundo mejorándonos a nosotros mismos y confiando en que otros nos imiten. Esto significa no combatir a nadie, renunciar al dinero y vivir, o bien de lo que los demás regalan, o bien del sudor de nuestra propia frente. Buda, Jesús y San Francisco tomaron este camino, y, en este siglo, el conde León Tolstói y un solterón granjero-escritor americano llamado Thoreau. El movimiento atrae a muchísimos aristócratas y escritores inofensivos. Éstos molestan a los gobiernos negándose a pagar los impuestos que consideran perniciosos, es decir, la mayoría, pues los impuestos sirven sobre todo para pagar ejércitos y armas. De cualquier manera, la policía sólo encarcela y azota a los pacifistas comunes. Los admiradores de los famosos mantienen a éstos lejos de los problemas serios. Cuando te metas en política, Bell, asegúrate de ser una anarquista pacífica. La gente te amará.

Yo sollocé y lloré:

-Oh, ¿qué puedo hacer?

-Vayamos a popa, Bell -respondió él- y te lo diré.

(...) Sentí por primera vez quién es él realmente: un pequeñuelo torturado que odia la crueldad tanto como yo pero se cree un hombre fuerte porque puede fingir que la aprueba. Está tan desesperado y se siente tan miserable como mi hija perdida, pero solo por dentro. Por fuera está perfectamente cómodo. Todo el mundo debería tener una concha acogedora alrededor, un buen abrigo con monedas en los bolsillos. Debo de ser socialista.

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