Quedarse encerrado en la tienda de caramelos
A pesar de que no pensaba contar anécdotas personales en el blog, esto me parece lo bastante divertido (y da la suficiente envidia ;P ) como para saltarme mi propia norma por una vez (¡una vez! ¡solo una!).
Es común la fantasía infantil de quedarse atrapado o escondido en algún lugar del que nunca se puede disfrutar todo lo que uno quisiera... salvo esa noche de encierro (la proverbial tienda de caramelos en la que ponerse ciego). Pues bien, a mí hace unos pocos años me ocurrió algo muy parecido.
Mi madre trabajaba entonces como agente inmobiliario, y estaba tratando de alquilar un local comercial. En ese momento estaba ocupado por una librería de viejo que acababa de cerrar. El librero era un abuelete muy majo (y muy mayor) al que los libros ya ni le cabían en casa (sospecho que montó la tienda en parte para tener más espacio para ellos). Los que no le cabían, con gran dolor de su corazón, pensaba venderlos en bloque a algún colega.
Pues bien, el librero le dijo a mi madre (que le había comentado que yo leía mucho) que podía ir y llevarme lo que quisiera.
...
Yo no me creía mi suerte.
Quedé con una amiga y para allá que fuimos con bolsas y mochilas. Había montones y montones y montones de estanterías llenas de libros, algunos tan antiguos como los años 20. Estar en medio de un sitio como ese, mirar una estantería detrás de otra y en TODAS encontrar libros que siempre habías querido, o que, de haber sabido que existían, hubieras querido desde siempre, y saber que puedes llevarte prácticamente todo es algo que no puedo ni describir.
De la primera oleada me llevé, entre otros:
- una edición del Príncipe de Maquiavelo, anotado por Napoleón, del año 1933.
- un tomo que incluye Los últimos días de Pompeya, La Loca de Candal y las obras poéticas de Espronceda, del año 1923.
- un Moby Dick del 55.
- Un Macbeth precioso, del año 94, ilustrado, en edición limitada y numerada (el mío es el 336) de la editorial Libros de autor (que jamás he visto en otro sitio, pero bueno).
- Un Quintín Durward, de Walter Scott, del 45, al que le tengo un cariño especial porque fue el premio por un trabajo de vacaciones que entregaron en un colegio de Nuestra Señora de Lourdes a un tal Francisco Meléndez Pieza (o Piera, o algo así, está escrito a mano) el 6 de junio del 49. No me explico cómo alguien puede deshacerse de un tesoro como este.
- Un par de libros en inglés sobre la guerra zulú con unas ilustraciones estupendas, mapas, descripciones de equipos, movimientos de tropas, batallas...
- Un librillo del 76 de la Fundación Francisco Franco ("Razones por las que se construyó la basílica del Valle de los Caídos") que, además de justificaciones vergonzosas y cifras económicas propagandísticas, incluye el Testamento de José Antonio y un mensaje póstumo de Franco.
- Un Manual de Liturgia Sagrada del 47, en el que se explica, entre otras cosas, cómo administrar los sacramentos y dar una misa como dios manda (incluyendo en qué medida aguar el vino sin exponerse a peligro de nulidad de la comunión). Además, algún seminarista (supongo) dejó dentro pequeños trozos de papel con notas (chuletas no, malpensados).
- Razona tu Fe, del 56, por el padre Felipe Calle. He de reconocer que este lo cogí porque me hizo gracia el título, por contradictorio. Se trata de una colección de "guiones" de sermones dominicales; dicen en el prefacio que el obispo de Bilbao en el 51 impuso un "temario" a los sermones de sus subordinados, y este libro es una guía para curas basado en él. Y de razonar, poquito, desde luego.
- Cómo se educan los hijos, del 54, del reverendo padre Ramón Sarabia. Un cura dando lecciones sobre paternidad en España en los 50; el resultado es, como os podéis imaginar, absolutamente glorioso. Critica (entre otros) la educación laica, los protestantes, los racionalistas, los masones (¡sí!) y hasta "los católicos de hoy". Alerta contra los peligros de (entre otras muchas cosas) los libros impíos, el cine, los periódicos y los bailes. Cuando me aburra lo suficiente iré colgando partes de este libro, que es absolutamente increíble.
Estas son las joyas de la corona. Había otros muchos (hasta me pillé uno de Elige tu propia aventura, Odisea en el hiperespacio), pero no son tan dignos de mención como estos.
Fui a saquear una o dos veces más, antes de que mi madre me cortara el grifo (creo que al dueño (sospecho que más bien a su familia) le pareció que abusaba). Entre los libros que se llevaron mis amigos destaca uno sobre mecánica animal: p. enx., había ilustraciones sobre cómo las patas de los animales aplicaban conceptos físicos como la palanca para optimizar el esfuerzo.
Nunca, nunca, nunca, voy a volver a tener una suerte así, eso lo tengo claro. Esos pocos días encerrado en la tienda de caramelos son irrepetibles.
PD del día 22 a la hora de irse a dormir: Tiberio me chiva en los comentarios que los supuestos comentarios de Napoleón son falsos, en realidad los escribió un italiano. No he encontrado referencias a este fulano, si lo consigo pongo el enlace.
Es común la fantasía infantil de quedarse atrapado o escondido en algún lugar del que nunca se puede disfrutar todo lo que uno quisiera... salvo esa noche de encierro (la proverbial tienda de caramelos en la que ponerse ciego). Pues bien, a mí hace unos pocos años me ocurrió algo muy parecido.
Mi madre trabajaba entonces como agente inmobiliario, y estaba tratando de alquilar un local comercial. En ese momento estaba ocupado por una librería de viejo que acababa de cerrar. El librero era un abuelete muy majo (y muy mayor) al que los libros ya ni le cabían en casa (sospecho que montó la tienda en parte para tener más espacio para ellos). Los que no le cabían, con gran dolor de su corazón, pensaba venderlos en bloque a algún colega.
Pues bien, el librero le dijo a mi madre (que le había comentado que yo leía mucho) que podía ir y llevarme lo que quisiera.
...
Yo no me creía mi suerte.
Quedé con una amiga y para allá que fuimos con bolsas y mochilas. Había montones y montones y montones de estanterías llenas de libros, algunos tan antiguos como los años 20. Estar en medio de un sitio como ese, mirar una estantería detrás de otra y en TODAS encontrar libros que siempre habías querido, o que, de haber sabido que existían, hubieras querido desde siempre, y saber que puedes llevarte prácticamente todo es algo que no puedo ni describir.
De la primera oleada me llevé, entre otros:
- una edición del Príncipe de Maquiavelo, anotado por Napoleón, del año 1933.
- un tomo que incluye Los últimos días de Pompeya, La Loca de Candal y las obras poéticas de Espronceda, del año 1923.
- un Moby Dick del 55.
- Un Macbeth precioso, del año 94, ilustrado, en edición limitada y numerada (el mío es el 336) de la editorial Libros de autor (que jamás he visto en otro sitio, pero bueno).
- Un Quintín Durward, de Walter Scott, del 45, al que le tengo un cariño especial porque fue el premio por un trabajo de vacaciones que entregaron en un colegio de Nuestra Señora de Lourdes a un tal Francisco Meléndez Pieza (o Piera, o algo así, está escrito a mano) el 6 de junio del 49. No me explico cómo alguien puede deshacerse de un tesoro como este.
- Un par de libros en inglés sobre la guerra zulú con unas ilustraciones estupendas, mapas, descripciones de equipos, movimientos de tropas, batallas...
- Un librillo del 76 de la Fundación Francisco Franco ("Razones por las que se construyó la basílica del Valle de los Caídos") que, además de justificaciones vergonzosas y cifras económicas propagandísticas, incluye el Testamento de José Antonio y un mensaje póstumo de Franco.
- Un Manual de Liturgia Sagrada del 47, en el que se explica, entre otras cosas, cómo administrar los sacramentos y dar una misa como dios manda (incluyendo en qué medida aguar el vino sin exponerse a peligro de nulidad de la comunión). Además, algún seminarista (supongo) dejó dentro pequeños trozos de papel con notas (chuletas no, malpensados).
- Razona tu Fe, del 56, por el padre Felipe Calle. He de reconocer que este lo cogí porque me hizo gracia el título, por contradictorio. Se trata de una colección de "guiones" de sermones dominicales; dicen en el prefacio que el obispo de Bilbao en el 51 impuso un "temario" a los sermones de sus subordinados, y este libro es una guía para curas basado en él. Y de razonar, poquito, desde luego.
- Cómo se educan los hijos, del 54, del reverendo padre Ramón Sarabia. Un cura dando lecciones sobre paternidad en España en los 50; el resultado es, como os podéis imaginar, absolutamente glorioso. Critica (entre otros) la educación laica, los protestantes, los racionalistas, los masones (¡sí!) y hasta "los católicos de hoy". Alerta contra los peligros de (entre otras muchas cosas) los libros impíos, el cine, los periódicos y los bailes. Cuando me aburra lo suficiente iré colgando partes de este libro, que es absolutamente increíble.
Estas son las joyas de la corona. Había otros muchos (hasta me pillé uno de Elige tu propia aventura, Odisea en el hiperespacio), pero no son tan dignos de mención como estos.
Fui a saquear una o dos veces más, antes de que mi madre me cortara el grifo (creo que al dueño (sospecho que más bien a su familia) le pareció que abusaba). Entre los libros que se llevaron mis amigos destaca uno sobre mecánica animal: p. enx., había ilustraciones sobre cómo las patas de los animales aplicaban conceptos físicos como la palanca para optimizar el esfuerzo.
Nunca, nunca, nunca, voy a volver a tener una suerte así, eso lo tengo claro. Esos pocos días encerrado en la tienda de caramelos son irrepetibles.
PD del día 22 a la hora de irse a dormir: Tiberio me chiva en los comentarios que los supuestos comentarios de Napoleón son falsos, en realidad los escribió un italiano. No he encontrado referencias a este fulano, si lo consigo pongo el enlace.
Jo, muérome de envidia....
ResponderEliminaryo sospecho que voy a acabar como ese viejín, de hecho, ya tnego serios problemas de espacio por culpa de mis libros...
Pero no escribía para contarte mi vida :D, sino para advirtirte que las anotaciones del Príncipe atribuidas a Napoleón son falsas :P. Son famosas, pero está bastante aceptado que en realidad son propias de un italiano cuyo nombre no recuerdo. Lo siento si te destruyo un mito ;)
> yo sospecho que voy a acabar como ese viejín, de hecho, ya tnego serios problemas de espacio por culpa de mis libros...
ResponderEliminarJe, yo podría prescindir del somier y poner el colchón directamente encima de los tebeos y los libros XD
Somos lo peor XD
> las anotaciones del Príncipe atribuidas a Napoleón son falsas :P
XD Cuánto mentirosillo hay suelto. ¡Gracias por el chivatazo!