Alta traición (I y II)
Por algún motivo se me olvidó poner esto ayer, pero casi mejor, porque mientras lo escribía he descubierto que hay una segunda parte. Se trata de un artículo (parte I, parte II) del glorioso Pío Moa, ese iluminado redentor de los borreguiles españoles, pidiendo que se procese al gobierno por "alta traición". Lo pongo sin cortes ni añadidos porque se comenta por sí solo y para que no le deis visitas (salvo que queráis leer los comentarios, que en plan estudio sociológico tienen su miga):
El actual e ilegal gobierno de España, quinta columna del fundamentalismo musulmán ("alianza de civilizaciones") y del terrorismo separatista ("proceso de paz", estatutos anticonstitucionales, etc.), está echando abajo la Constitución, reviviendo los odios de la guerra civil y arrasando el sistema de convivencia democrática construido en la Transición.La segunda parte, publicada al día siguiente:
Por estas causas, muchos (Vidal Quadras, Cristina Alberdi, etc.) hablan, hablamos, de alta traición y de la necesidad de llegar a encausar por ese delito a estos gobernantes. Sin embargo, la alta traición se define técnicamente como cooperación o incitación a un enemigo exterior para que ataque a España por las armas. ¿Se da tal cosa?
Tanto la ETA o los grupos separatistas como el extremismo musulmán, incluyendo en él a Marruecos, constituyen dos auténticas potencias exteriores, aunque los miembros de los primeros sean españoles legalmente. Sus aspiraciones a disgregar España, a ocupar ciudades o regiones españolas, o a transformar el país en Al Andalus, consigna cada vez más en boga en el Islam radical y en el no tan radical, son manifiestas y no necesitan muchas aclaraciones. La colaboración del gobierno con esas potencias, tampoco, pues está a la vista de quien no quiera cerrar los ojos.
Falta solamente la incitación a las armas. Pero esta no es necesaria cuando el grupo traidor se halla en el poder. Entonces le basta ceder "pacíficamente" a las exigencias de los enemigos del país, a los enemigos de la democracia española. Y es precisamente lo que hace el gobierno, y justamente en nombre de la "paz". Lo cual no hace desaparecer las armas: estas se muestran, de momento, solo como chantaje: "si no hay rendición, no habrá paz".
Por tanto, opino, puede hablarse fundadamente de alta traición, y convendría emprender acciones sobre esa base.
Dejo para otra ocasión el análisis de las concepciones que han llevado a tal abyección a estos siniestros personajes. No son ningún secreto, pero constantemente encontramos que la evidencia es precisamente lo más difícil de percibir.
La degradación de las instituciones y los partidos ha quedado confirmada una vez más por la negativa de las Cortes a investigar el 11-m, con la grotesca argucia del “respeto” a las instituciones. Más el intento asociado y renovado de silenciar los medios de información democráticos. Y las actividades del gobierno, su Infame Alianza con terroristas y separatistas, su carácter de quinta columna del radicalismo etarra y del secesionismo, entran en lo que siempre y en todas partes se ha llamado traición: a España y a la democracia. Son hechos ciertamente más graves que los cometidos en el pasado por un PSOE que jamás se regeneró de su corrupción y terrorismo de partido en el poder. Tan bien representados por el actual ministro del Interior.Otra vez lo de información, organización, movilización. No, si desde luego está claro que pretende "movilizar" a la gente.
¿Qué función cumple, en este contexto, una acusación de alta traición? No cabe esperar que ella tenga éxito en la burocracia institucional: ningún partido es capaz siquiera de plantearlo en las Cortes, por claros que sean los hechos; y el poder judicial, largamente erosionado por los enterradores de Montesquieu y poco prestigiado entre el pueblo, ofrece insuficientes garantías. Pensemos en el Tribunal Constitucional, bajo la presidencia de una señora promovida por el PSOE y cercana a la “sensibilidad” del PNV, es decir, de un partido opuesto desde el principio a la Constitución. Su presidencia implica el respaldo de la mayoría del tribunal. No hace falta una vista de lince para entender qué significa el caso.
Pero no fue el poder judicial ni los partidos, empezando por el PP, quienes sacaron a la luz la gigantesca corrupción del PSOE y su terrorismo. No fueron ellos quienes sensibilizaron a los ciudadanos en defensa de los más elementales principios democráticos, entonces en proceso de rápida corrosión. Tampoco fue la prensa, como se afirma, sino solo alguna prensa y algunos periodistas. A los cuales los medios de masas encubridores del delito intentaron hundir llamándoles “el sindicato del crimen”; y el PSOE, directamente, con otros métodos mafiosos bien conocidos.
Hoy el número de periodistas y medios defensores de la democracia es inferior al de aquellos años, y el PP muchos menos consecuente –y aun entonces solo lo fue cuando le ponían todas las bazas en bandeja–. Por ello la Infame Alianza se siente fuerte. En cambio crece el número de ciudadanos dispuestos a resistir al ataque generalizado contra la unidad y la libertad de España. La acusación de alta traición no tiene, hoy por hoy, otro sentido que el de informar de los hechos y movilizar a la ciudadanía: información, organización, movilización.
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